jueves, 7 de noviembre de 2013

Con pluma en mano a la guerra.



Eran las 4:30 de la mañana cuando la alarma me despertó, el sonido era muy molesto, sin embargo, mis ojos se abrieron lenta y paulatinamente. Me encontraba solo en la cama.

Me incorpore y sin prisa alguna camine directamente a la ducha, el agua se encontraba helada, como mi temple de esa mañana.

Mientras me vestía pude escuchar el crujir y las ruedas pesadas de los convoyes en la calle, las pisadas de botas militares que al unísono avanzaban. Amarre fuertemente mis botas y tome mis celulares del tocador, coloque el más pequeño en mi calcetín izquierdo.

Salí de mi cuarto, y justo en frente me tope con el cuarto de mi hijo, tratando de no hacer ruido abrí la puerta y lo observe dormir por unos minutos, preguntándome si lo volvería a ver.

Ya en la cocina mi esposa me esperaba con una taza de café y unos emparedados, no me miraba. Al terminar, me acerque a ella, la abrace tan fuertemente que creí que ella se quejaría, pero se quedó callada. La bese en la frente y le pregunte dónde están mis armas. "En el recibidor, sobre la mesa", dijo.

Ahí estaba mi fiel compañera, quien en mil trincheras me ha defendido y lista para una batalla más, ya en la puerta escuche dulce y apagada la voz de mi esposa, me pregunto si me volvería a ver “no lo sé" -comente- "hoy se publica mi nota” -le dije- y sus ojos se escurrieron en sus mejillas.

Dedicado a todos los periodistas, reporteros, fotógrafos y comunicadores que perdieron su vida en aras de la libertad y la verdad.

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